Pero en algún punto del camino, las cosas evolucionaron: la tecnología dio acceso a más y más voces. Desmitificó el ideal de la súper estrella todopoderosa, mostrando que ellos también eran humanos, y finalmente condujo a un mercado abierto accesible para todos, dividido en cientos de nichos.
Algunos podrían pensar que fue el surgimiento de un mundo de posibilidades, otros argumentarían que fue el principio del fin, lo que desencadenó la división social. Sea lo que sea, la última super estrella está muerta, incluso si algunas de ellas todavía están vivas.
Creo que he visto los mejores conciertos de música, teniendo en cuenta mis barreras geográficas y generacionales: MJ, Coldplay, U2, Madonna, Rolling Stones, Lady Gaga, The Killers, Elton John, Celine Dion, Lorde, Kathy Perry, Taylor. Swift ... y sin embargo, ninguno de ellos me ha hecho sentir la sensación de paz interior y el hambre por crear que hicieron Florence y The Machine. Quizás fue porque Florence Welch nos pidió que colgáramos nuestro teléfono y, en su lugar, abrazáramos a un extraño al azar (lo que bajo su hechizo, todos a mi alrededor lo hicieron).
Sea lo que sea, sé que todas las personas en esa habitación lo sintieron. No hace falta un millón de atuendos, cambios de escenario, luces o proyecciones. Su mera presencia y su voz fue todo lo que obtuvimos, y no necesitábamos nada más, lo que fue sorprendentemente refrescante en un mundo donde más es más.
Fue interesante contrastarlo con el concierto de Taylor Swift, donde experimenté un nivel de producción que nunca había visto antes: hinchables, proyecciones, mapeo 3D, un millón de outfits, bailarines y todo lo demás sin hacerme sentir ni por un segundo, lo que el La voz honesta y la sencillez del espectáculo de Florence lo hicieron. Me hizo pensar en la diferencia entre lo real que conecta y lo falso que entretiene.
No estoy socavando las fantásticas producciones del resto de músicos que mencioné antes. Entiendo que tienen un estilo diferente de hacer las cosas que es totalmente aceptable y admirable, pero creo que cuantas más posibilidades nos abre la tecnología, más nos damos cuenta de que nada puede superar el poder de un mensaje genuino. Y para que exista un mensaje genuino, todos necesitamos tiempo. Y silencio.
El hambre incesante de novedades podría convertirse en la mayor amenaza para la creatividad y las ideas. En el mundo de Instagram, a menudo parece que eres tan bueno como tu última publicación, y eso solo dura 24 horas. Creamos ese ciclo, y estará en nosotros liberarnos de él, por el bien de la calidad del trabajo que creamos.
Entonces, en una era de abundancia, debemos ofrecer conexión, significado y un lugar donde podamos ser lo mejor de nosotros mismos por encima de cualquier otra cosa. Todo lo demás, incluidas magníficas imágenes o producciones asombrosas, será solo temporal y se disolverá en el mundo de los olvidados. Debemos crear arte nuevo.
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