Cuando nacemos, llevamos dentro el conocimiento de la divinidad. Si no me cree, mire fijamente a un recién nacido a los ojos y comprenderá lo que quiero decir.
Ellos saben.
Supieras.
Olvidamos.
Para encender la pasión que nos llevará de regreso a la razón por la que estamos en este mundo, solo necesitamos un disparador. Sucede en diferentes momentos para todos: a veces es un romance fallido; a veces es perder a un ser querido; también puede suceder al cambiar de carrera.
La narrativa de mi viaje ha sido provocada por la impotencia asociada con mudarme de un país a otro y reconstruir mi vida cada vez. Primero fue Madrid; ese movimiento fue un escape. Luego vino Nueva York, provocada por el amor. Toronto fue un movimiento encendido por la esperanza de haber encontrado a mi socio. Estocolmo es donde aprendí a formar una familia.
Miami ha sido la ciudad en la que me he reconectado conmigo mismo.
Llegó la furia. Desde que llegué, fui disciplinado. Empecé a armar proyectos a un ritmo vertiginoso. Me ha impulsado la inseguridad de no ser visto como yo mismo, o como quería ser. Verá, cuando está casado con un expatriado, la alternativa es convertirse en una sombra de la persona cuyo viaje está siguiendo y ser definido simplemente como una esposa o como una madre, perdiendo el sentido de sí mismo.
Y esa no era una opción.
Así que puse toda mi disciplina en construirme a mí mismo, descubriendo quién soy en todo momento.
Si todavía está esperando su detonante, no se sienta intimidado por la pasión; sigue tu curiosidad. Todo comienza con un pensamiento. Cree en tu intuición. Le guiará mientras descifra lo que se supone que debe traer a este mundo. Permítase asustarse o sepa que siempre se despertará en el mismo lugar.
Está bien seguir la receta biológica para una buena vida, pero si tienes un deseo ardiente de ir más allá, no pierdas la oportunidad de hacerlo.
Abre los ojos y mira lo que puedas con ellos antes de que se cierren para siempre.
Conviertete en quien eres.
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